Las inequidades del TLC
Por Eduardo Sarmiento Palacio
Oct. 28, 2006 at 11:42 AM
Hace un mes y medio mostré como la revaluación y las expectativas del TLC estaban causando destrozos en la agricultura.
El sector está expuesto a una entrada masiva de cereales que desplaza la producción doméstica, que no es compensada por otras actividades. Al igual que ocurrió con la apertura, lo que se pierde con el desplazamiento de los cultivos transitorios es mucho mayor de lo que se gana con la expansión de los cultivos tropicales y la industria bovina. En efecto, el área agrícola cayó en 2005 y descenderá aún más en el presente año, y el producto del sector crece 5%. Aún más dramático, el empleo agrícola cae 9% y las importaciones aumentan 25%.
Algo similar sucede con las manufacturas. Los autores del TLC justificaron el experimento con el argumento de que el mercado de los Estados Unidos es el más grande del mundo y les da cabida a todos. Sin embargo, se les olvidó que también es el mercado más competido del mundo, especialmente ahora por la avalancha de China e India. Así, los bienes intensivos en mano de obra no calificada están sobreofrecidos y su ingreso a Estados Unidos requiere salarios de hambre.
Los exportadores de flores y confecciones, que propiciaron el TLC, revelaron que los contratos de venta han disminuido y han anunciado cierre de plantas y reducción de empleos. Como era fácil de imaginar, se han precipitado a atribuir los problemas a la terminación de la Aptdea y a la posibilidad de que no se apruebe el TLC, cuando todo el mundo sabe o imagina que eso no va a ocurrir. Por el contrario, la verdadera causa del anticipo de crisis está, precisamente, en la firma del TLC, que les significa a los países andinos la entrega de sus mercados internos de bienes de cierta complejidad, como las manufacturas, y el desmonte de la Comunidad Andina de Naciones (CAN). Sin ir lejos, en Colombia las importaciones crecen 25% y las exportaciones apenas se mantienen. En el desespero, los productores se han lanzado a competir en los bienes agrícolas tropicales y la industria de mano de obra no calificada, agravando la sobreoferta. La sobrevivencia de las exportaciones de confecciones e incluso la de las flores están condicionadas a menores remuneraciones y más pobreza.
En un foro a principios de la semana mostré las inconsistencias y debilidades de la teoría de ventaja comparativa que ha servido para justificar las aperturas y ahora el TLC. Recordé como David Ricardo fundamentó la teoría en Inglaterra y Portugal en dos productos, y demostró que a los dos países les conviene especializarse en el producto de menor costo relativo y obtener el otro por intercambio, y ambos ganan en el juego. Sin embargo, esa abstracción no tiene ninguna validez en la realidad en donde hay múltiples países y las demandas de los productos varían con la complejidad de éstos. Los países que producen bienes agrícolas tradicionales o bienes industriales intensivos en mano de obra no calificada son perdedores netos. Lo que ganan con las exportaciones de estos productos es menor que lo que pierden por el desplazamiento de los mercados internos y regionales de bienes complejos. Por lo demás, para entrar a tales mercados se requieren salarios inferiores a la productividad y la ampliación de la brecha entre la mano de obra calificada y la no calificada. Así las cosas, el libre mercado amplía las desigualdades entre países y dentro de los países.
En las concepciones clásicas el crecimiento económico se presenta como un proceso que aumenta paralelamente el empleo y reduce las desigualdades. Si bien la proposición nunca se cumplió satisfactoriamente, dentro de la globalización es totalmente falsa. En países como Colombia, actualmente, el crecimiento coincide con el aumento del desempleo y el subempleo amplía las desigualdades, e incluso puede redundar en mayor pobreza.
Frente a esta realidad, en la reciente visita a Colombia el profesor Bhagwati anotó que la teoría no dice que en la globalización todos ganan, sino que se generan ganancias netas, de suerte que los ganadores están en condiciones de compensar a los perdedores. El problema distributivo se reduce, entonces, a políticas compensatorias que trasladen ingresos de unos sectores a otros. Como es apenas obvio, la fórmula no tiene ningún realismo en el caso colombiano, en donde el país pierde en relación con las naciones más avanzadas y los pobres pierden en relación con los ricos, y las políticas asistencialistas apenas permiten realizar trasferencias de los grupos medios a los pobres y dentro del mismo país. Si bien pueden aminorar la pobreza, de ninguna manera contribuyen a corregir los daños estructurales en la distribución del ingreso.
En lugar de modificar el modelo para evitar los efectos inequitativos, se procede a mantenerlo sobre la base de que la tarea se realizará por otros medios. Las soluciones estructurales de la desigualdad no se enfrentan en los orígenes, sino en las manifestaciones, y en la práctica no pasan de ser paños de agua tibia.
COPYRIGHT © 2006 El Espectador
Oct. 28, 2006 at 11:42 AM
Hace un mes y medio mostré como la revaluación y las expectativas del TLC estaban causando destrozos en la agricultura.
El sector está expuesto a una entrada masiva de cereales que desplaza la producción doméstica, que no es compensada por otras actividades. Al igual que ocurrió con la apertura, lo que se pierde con el desplazamiento de los cultivos transitorios es mucho mayor de lo que se gana con la expansión de los cultivos tropicales y la industria bovina. En efecto, el área agrícola cayó en 2005 y descenderá aún más en el presente año, y el producto del sector crece 5%. Aún más dramático, el empleo agrícola cae 9% y las importaciones aumentan 25%.
Algo similar sucede con las manufacturas. Los autores del TLC justificaron el experimento con el argumento de que el mercado de los Estados Unidos es el más grande del mundo y les da cabida a todos. Sin embargo, se les olvidó que también es el mercado más competido del mundo, especialmente ahora por la avalancha de China e India. Así, los bienes intensivos en mano de obra no calificada están sobreofrecidos y su ingreso a Estados Unidos requiere salarios de hambre.
Los exportadores de flores y confecciones, que propiciaron el TLC, revelaron que los contratos de venta han disminuido y han anunciado cierre de plantas y reducción de empleos. Como era fácil de imaginar, se han precipitado a atribuir los problemas a la terminación de la Aptdea y a la posibilidad de que no se apruebe el TLC, cuando todo el mundo sabe o imagina que eso no va a ocurrir. Por el contrario, la verdadera causa del anticipo de crisis está, precisamente, en la firma del TLC, que les significa a los países andinos la entrega de sus mercados internos de bienes de cierta complejidad, como las manufacturas, y el desmonte de la Comunidad Andina de Naciones (CAN). Sin ir lejos, en Colombia las importaciones crecen 25% y las exportaciones apenas se mantienen. En el desespero, los productores se han lanzado a competir en los bienes agrícolas tropicales y la industria de mano de obra no calificada, agravando la sobreoferta. La sobrevivencia de las exportaciones de confecciones e incluso la de las flores están condicionadas a menores remuneraciones y más pobreza.
En un foro a principios de la semana mostré las inconsistencias y debilidades de la teoría de ventaja comparativa que ha servido para justificar las aperturas y ahora el TLC. Recordé como David Ricardo fundamentó la teoría en Inglaterra y Portugal en dos productos, y demostró que a los dos países les conviene especializarse en el producto de menor costo relativo y obtener el otro por intercambio, y ambos ganan en el juego. Sin embargo, esa abstracción no tiene ninguna validez en la realidad en donde hay múltiples países y las demandas de los productos varían con la complejidad de éstos. Los países que producen bienes agrícolas tradicionales o bienes industriales intensivos en mano de obra no calificada son perdedores netos. Lo que ganan con las exportaciones de estos productos es menor que lo que pierden por el desplazamiento de los mercados internos y regionales de bienes complejos. Por lo demás, para entrar a tales mercados se requieren salarios inferiores a la productividad y la ampliación de la brecha entre la mano de obra calificada y la no calificada. Así las cosas, el libre mercado amplía las desigualdades entre países y dentro de los países.
En las concepciones clásicas el crecimiento económico se presenta como un proceso que aumenta paralelamente el empleo y reduce las desigualdades. Si bien la proposición nunca se cumplió satisfactoriamente, dentro de la globalización es totalmente falsa. En países como Colombia, actualmente, el crecimiento coincide con el aumento del desempleo y el subempleo amplía las desigualdades, e incluso puede redundar en mayor pobreza.
Frente a esta realidad, en la reciente visita a Colombia el profesor Bhagwati anotó que la teoría no dice que en la globalización todos ganan, sino que se generan ganancias netas, de suerte que los ganadores están en condiciones de compensar a los perdedores. El problema distributivo se reduce, entonces, a políticas compensatorias que trasladen ingresos de unos sectores a otros. Como es apenas obvio, la fórmula no tiene ningún realismo en el caso colombiano, en donde el país pierde en relación con las naciones más avanzadas y los pobres pierden en relación con los ricos, y las políticas asistencialistas apenas permiten realizar trasferencias de los grupos medios a los pobres y dentro del mismo país. Si bien pueden aminorar la pobreza, de ninguna manera contribuyen a corregir los daños estructurales en la distribución del ingreso.
En lugar de modificar el modelo para evitar los efectos inequitativos, se procede a mantenerlo sobre la base de que la tarea se realizará por otros medios. Las soluciones estructurales de la desigualdad no se enfrentan en los orígenes, sino en las manifestaciones, y en la práctica no pasan de ser paños de agua tibia.
COPYRIGHT © 2006 El Espectador

0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home